domingo, 18 de noviembre de 2012

La búsqueda del candidato

La búsqueda no fue incesante ni infructuosa por lo que no se la puede calificar de ese modo. Sin embargo fue bastante difícil. No es que insumiera mucho tiempo ni esfuerzo, es que no sabía por dónde empezar. Primero pensé que lo mejor sería tentar a algún especialista en la materia, me figuré que sería una oportunidad única y fascinante para, por ejemplo, un profesor de historia. Pero los primeros escarceos con un conocido que enseña en el comercial 3, me hicieron ver que en esa dirección no iba a conseguir mucho.

Menos mal que la conversación con esta persona se desarrolló durante la celebración del cumpleaños de un amigo común. Así el sujeto en cuestión podrá, si recuerda algo, atribuir la propuesta insinuada al exceso de alcohol imperante en el lugar.

No me amilané ante este primer escollo pero decidí observar muy bien antes de hacer alguna propuesta. Esto no me alejó de los inconvenientes ya que un vecino me preguntó que por qué miraba tanto últimamente, a lo que respondí que desde que había perdido mi agudeza visual me preocupaba cada vez más el tema de la inseguridad, por eso miraba tanto a los vecinos, sólo para confirmar que efectivamente eran ellos y no otros que se alzaran con mis bienes (pocos pero apreciados). Él comprendió inmediatamente, me dijo que él hacía lo mismo, lo cual explicaba porqué se había dado cuenta de mi actividad observatoria.

Entonces dejé de observar con atención insistente a todos los que me rodeaban y comencé a orientar mis esfuerzos a la especulación pura. Es decir, antes de iniciar cualquier tentativa de reclutamiento lo mejor sería elaborar un detallado perfil de la búsqueda.

A mi pesar tuve que hacer una autocrítica de lo intentado hasta el momento. No me fue fácil, no tengo habilidad para esta actividad y además, destaco el detalle sin ánimo de justificarme, nunca he visto una que me hiciera exclamar "pero, ¡qué buena autocrítica!". Así y todo tuve que reconocer que no era una buena idea enviar a un especialista en el tema, todo lo que saben, o creen saber, del asunto se alza como un obstáculo para incorporar conocimiento nuevo o perspectiva nueva de conocimiento viejo. Era mucho mejor para el objetivo propuesto que el enviado no supiera nada, de este modo sus informes iban a ser descripciones de lo que percibiera, a lo sumo tamizadas por las ingenuidades propias de esta época, fácilmente espulgables.

Otro tema que tenía importancia es que el informante no fuera del tipo de los que se cortan un dedo pelando una manzana y les da una lipotimia. Hay que recordar que los eventos más importantes se van a desarrollar en medio de una gresca de proporciones, con una técnica bélica que incluye muchos enfrentamientos cuerpo a cuerpo con escalofriantes filos metálicos intermediando dicha relación.

Este era un problema de muy difícil solución, me quedaba claro que tendría que enviar gente de armas, sabiendo que los soldados actuales no entran demasiado en batalla o si lo hacen es en situaciones en que no se da el mentado "cuerpo a cuerpo". Por otra parte, no es que necesitara alguien que fuera a pelear sino alguien que no se desmayara a la primera sangre, porque una cosa que muchas veces no queda tan clara cuando se relatan hechos históricos es que "la batalla tal donde se salvó la nación", "la batalla cual donde se detuvo el avance de no sé quién" o "la batalla del bien contra el mal", fueron básicamente hechos sangrientos y esta expresión que todos conocemos significa que hay gente, inocente o no, a la que le sale sangre del cuerpo por las heridas recibidas, con el consabido dolor, y muchas veces esas heridas son mortales. Señalo estas cosas porque a veces tenemos imágenes ingenuas del pasado y nos embobamos con las guerras, batallas, combates y refriegas que supuestamente configuran la historia y la urdimbre de la civilización o la nacionalidad.

Bueno, el punto es que no se me ocurría a quién enviar y así estuve varios días hasta que la inspiración me cayó como un ladrillazo en la coronilla, de modo inesperado y contundente. Lo obvio apareció ante mis ojos, mejor dicho en mi imaginación, despojado de todo preconcepto y fiel a la descripción que se fue esbozando mientras avanzaba en la búsqueda.

Así, un miércoles por la tarde me cité con un contacto en un bar de la avenida de los Corrales, en el barrio de Mataderos. Él tomaba una grapa y yo agua mineral mientras esperábamos que llegara el candidato propuesto quien trabajaba en un frigorífico de las inmediaciones. Se trataba de alguien relacionado con la comercialización de carne vacuna pero sus habilidades más conspicuas las desarrollaba como miembro de la barra brava de Chicago. Reunía dos requisitos importantes, estar habituado a refriegas y no impresionarse en demasía ante la sangre, en parte debido a la actividad cárnica y en parte a sus actividades extracurriculares en las inmediaciones de los estadios y aun dentro de ellos. Bastaría con que no supiera nada de historia para encontrarme frente a frente con el candidato perfecto.

Cuando el sujeto en cuestión llegó, un tipo fornido y panzón de estatura mediana, se empezó a desarrollar una escena con clima marcheraliano en donde quise unir mitologías comparándolo con Teseo (por el asunto del minotauro y su faena con los novillos), pero lo único que hice fue confundirme y aun más a ellos, mi contacto y el candidato. De modo que resolví hacer una pausa silenciosa y volví a la carga con un argumento más sólido, o con un argumento al menos. "Puede haber buena plata", le dije, y esto lo despertó como desde un sopor. A partir de allí le comenté el asunto del método de traslado y el tema de ir a Bizancio y todo lo demás.

Al terminar las explicaciones le pregunté si tenía alguna duda y él respondió que lo único que no le quedaba claro era cuándo y dónde haría efectiva su remuneración. Mi respuesta fue un tanto evasiva, pero finalmente pude transmitirle la idea de que en realidad la paga había que obtenerla en el lugar y que si bien no iba a encontrar billetes, cheques o cosas semejantes, seguramente habrían monedas de oro, alguna joya y otros objetos de valor, si él sabía buscar, cosa que pareció apreciar, tal vez porque confiara más en su propia gestión que en mi capacidad de pago. En todo caso yo le iba a enviar instrucciones acerca de dónde tendría más posibilidades, siempre y cuando no descuidara la actividad esencial, que era la de mandarme informes.

A partir del momento que mencioné lo de la buena paga todo lo demás fue "como por un tubo". Y eso me alivió de tener que extenderme en mayores precisiones. En este caso me parecía que lo mejor era ir por capítulos. No había quedado muy claro que se trataba de un viaje en el tiempo, más bien entendió algo así como un viaje al estilo Ménem en las que un avión sube a la estratosfera, espera un ratito que la tierra rote y después baja en Japón. Y todo a la módica suma de hora y media.

Quedamos en encontrarnos un par de días después en mi taller, donde tengo el dispositivo, es decir, no sé si llamarlo así, digamos la matriz de vectores de las que hablé en otra ocasión. De estas cosas mejor no hablar mucho porque las paredes oyen.

Llegó puntual y fuimos al grano. Le expliqué que cuando tuviera algo para contarme se alejara hacia algún lugar solitario o donde no lo puedan escuchar otros. Más que nada para evitar sospechas de demencia al verlo hablando solo. El quedó un poco desconcertado pero una breve explicación donde abundaban las palabras "tecnología", "internet", "gps", "inalámbrico", etcétera, rápidamente lo persuadieron de que todo era de lo más normal.

Le indiqué que se sentara en una silla y esperara tranquilo, entonces me conecté con la matriz de vectores y me concentré en la localización del destino. En ese momento escuché a mi vecino dando voces para saber si yo estaba o alguien estaba robando en mi taller. Mientras le decía que era yo y que no se preocupara, ¡puf!, el enviado fue enviado.

Mientras trataba de sacarme de encima a mi vecino acompañándolo hasta la puerta, escuché la voz del ya corresponsal diciendo "¿hay alguien ahí, hay alguien ahí?". Retorné al taller para tranquilizarlo y le pedí que me describiera donde estaba. Me contestó que aparentemente había llegado durante un apagón porque no se veía nada, salvo alguna luz mortecina (no uso esta palabra, pero eso quiso decir) por aquí y por allá. Le sugerí que no hablara en voz muy alta para no despertar a nadie y que esperáramos hasta el amanecer. Lo mejor sería que buscara algún lugar para cobijarse porque seguramente hacía frío. "Mañana será otro día" le dije y el me respondió que iba a ver si encontraba algo de comer. Quise advertirle que tratara de no hacerse notar mucho pero ya no me respondió.

Me da una cosa haberlo mandado en condiciones un tanto precarias pero algo me dice que se las va a arreglar bien. Eso espero, por el bien de la ciencia y todo eso...

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